Trabajar en la oficina de turismo de Reykjavik está siendo todo un gran descubrimiento y haber podido conocer a Laura una madre por partida doble, estudiante y trabajadora como yo ha hecho que todo sea mucho más fácil.
El jueves por la mañana nos escapamos del estrés de Reykjavik y viajamos al este de Islandia en avión, el vuelo salió muy temprano por la mañana y a las 8 ya habíamos llegado a Egilsstaðir.
Una vez en el aeropuerto nos estaba esperando un vikingo muy islandés con su jersey de lana y con su coche todoterreno 6 plazas. Nos adentramos en una carretera en la que la niebla no dejaba ver más allá de 5 metros, él conducía con una mano mientras nos iba explicando que en invierno en esa zona hay tanta nieve que la carretera se pierde en el horizonte, esta vez aun a pesar de estar a mediados de junio, la nieve bordeaba la carretera hasta 2 metros de altura.
A medida que descendíamos la carretera que nos llevaba hasta Seyðisfjörður, en las montañas se dibujaban hilos de agua que provenía de la nieve que se iba deshaciendo y se convertían en pequeñas cascadas. Un valle de montañas con decenas de pequeñas cascadas nos llevaba hasta el pueblo costero de Seyðisfjorður, un pueblo que a pesar de la poca cantidad de habitantes (unos 700) tiene colegios, bancos, supermercados e incluso un cine.
Nuestra primera para fue Hotel Aldan, visto desde fuera no llama demasiado la atención, pero una vez dentro es como haber cruzado el túnel del tiempo, el edificio se mantiene con la misma decoración que al principio del siglo pasado, obviamente puede ver que han invertido en renovarlo pero siempre manteniendo un estilo de la época. Nos invitaron a cafe y te con un pastel de manzana y chocolate con nata que ni yo ni Laura fuimos capaces de terminar.
El jueves por la mañana nos escapamos del estrés de Reykjavik y viajamos al este de Islandia en avión, el vuelo salió muy temprano por la mañana y a las 8 ya habíamos llegado a Egilsstaðir.
Una vez en el aeropuerto nos estaba esperando un vikingo muy islandés con su jersey de lana y con su coche todoterreno 6 plazas. Nos adentramos en una carretera en la que la niebla no dejaba ver más allá de 5 metros, él conducía con una mano mientras nos iba explicando que en invierno en esa zona hay tanta nieve que la carretera se pierde en el horizonte, esta vez aun a pesar de estar a mediados de junio, la nieve bordeaba la carretera hasta 2 metros de altura.
A medida que descendíamos la carretera que nos llevaba hasta Seyðisfjörður, en las montañas se dibujaban hilos de agua que provenía de la nieve que se iba deshaciendo y se convertían en pequeñas cascadas. Un valle de montañas con decenas de pequeñas cascadas nos llevaba hasta el pueblo costero de Seyðisfjorður, un pueblo que a pesar de la poca cantidad de habitantes (unos 700) tiene colegios, bancos, supermercados e incluso un cine.
Nuestra primera para fue Hotel Aldan, visto desde fuera no llama demasiado la atención, pero una vez dentro es como haber cruzado el túnel del tiempo, el edificio se mantiene con la misma decoración que al principio del siglo pasado, obviamente puede ver que han invertido en renovarlo pero siempre manteniendo un estilo de la época. Nos invitaron a cafe y te con un pastel de manzana y chocolate con nata que ni yo ni Laura fuimos capaces de terminar.
Nuestro guía ya estaba listo para seguir la ruta, primero nos enseño el pueblo y pasamos por su casa, quizás la más bonita de todo el pueblo, de un color azul eléctrico típica casa nórdica con gran jardín. Personalmente nunca había viajado en un todoterreno campo a través, me impresionó muchísimo y sobre todo el ver que Bjarki, nuestro guía, ya no sólo no conducía con las dos manos si no que lo hacia con el antebrazo y a menudo incluso se giraba a escuchar nuestras preguntas.
Después de media hora cruzando ríos y caminos sin asfaltar llegamos a Skálanes, un precioso lugar apartado de todo donde las aves viven en su entorno más natural y nadie les molesta.
En la zona se encuentra la pequeña residencia donde se pueden hospedar un máximo de 30 personas, la casa está protegida por un perro ya viejo que nos da la bienvenida, el lugar es una maravilla, perfecto para desconectar del mundo, escuchar a los pájaros y respirar aire limpio.
Seguimos la ruta haciendo senderismo mientras intentamos escapar de los picotazos de "Kría" un pájaro islandés de mal carácter que no duda en proteger a sus huevos de los forasteros. Los campos están plagados de una flor de color violetas "Lupina"que han invadido el paisaje islandés arrasando con toda la flora del país. A pesar de todo ello, nosotras estamos encantadas con la invasión floral, la verdad es que da al paisaje un color muy alegre y vistoso, ademas Bjarki nuestro guía nos recomienda que para evitar un picotazo de Kría lo mejor es poner en alto una Lupina.
Y por fin llegamos al punto culminante de la excursión, un acantilado en el que conviven gaviotas, frailecillos y krías.
Nuestra visita en Skálanes está a punto de de llegar a su fin, nos enseñan como recogen del plumaje de la aves para hacer edredones, las plumas al tocarlas desprenden muchos calor, dan ganas de comprar un edredón así pero el precio… unos 2000 euros te hace pensar que aun queda mucho para eso y que es mejor conformarse con volver a la realidad...
Qué bonic Erna! Quina passada!
ReplyDeleteGracies guapa!
DeleteErna, estas viva! El viaje y el lugar al que os han llevado es bonito y no descarto ir, pero sorprende que exista un punto de Islandia que aun no conozcas. Fue patrozinado? ya que la familia no aparece ( y lo entiendo, da para un post, viajar de vez en cuando sola o con amigas). Y sobre el pastel y el te, no te preocupes, envialo pa' qui que yo me encargo de todo.
ReplyDeleteBesos
Hola Anonim@ ;)
DeleteGracias por pasarte por mi blog! Bueno a los niños los tenía ese día en la guardería y como muy bien tu dices tengo que darle un post a un viaje así que además fue patrocinado. Besotesss
Erna, qué bonito todo...¡vuelve al mundo blogger!
ReplyDeleteVuelvo vuelvo Inmaaaaa
ReplyDeleteQué bonito! jo, y me lo había perdido!
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